domingo, 29 de septiembre de 2013

“Quien tiene la información, tiene el poder”


O lo que es lo mismo: “quien tiene la atención, tiene el poder”. 
Información es in-formar es decir, formar dentro: crear y desarrollar tus intereses en los que tu atención se centra.  Aquellos que pueden modelar tu “forma”, pueden orientar tu atención. Atender es, una manera de dirigir la información, hacia dónde va a tender tu pensamiento.


La realidad, tal y como decía el psicoanalista José Luis Parise, no  tiene nada que ver con lo que estás viendo sino dónde pones tu atención. Ésta, la dirigimos según un discurso, un enunciado, una información. El cambio de discurso, cambia dónde pones la atención y por tanto, la realidad que experimentas porque seleccionas sólo aquello en lo que estás interesado; y esa va a ser tu verdad. Esto se ha puesto de manifiesto en varias ocasiones, como por ejemplo en el experimento de los psicólogos  Daniel Simons y Christopher Chabris que os invito a hacer:




Ante esto, no debería extrañar que tu atención sea algo tan deseado. Pierdes el poder de decidir qué verdad quieres que haya en tu vida para someterte a la que otros quieren que haya; y la mejor manera de que ni te plantees esto es estar bajo el influjo de sentimientos como angustia, miedo, inseguridad, ansiedad… Todo lo que parece rodearnos hoy en día. Como decía Goethe en  su obra Fausto: Vi Veri Veniversum Vivus Vici ( Por el poder de la verdad, yo, estando vivo, he conquistado el universo).


¿No es hora de recuperar tu poder? 
“… ¿O existe, por el contrario, un estado de libertad positiva en el que el individuo vive como yo independiente sin hallarse aislado, sino unido al mundo, a los demás hombres, a la naturaleza? Creemos que la contestación es positiva, que el proceso del desarrollo de la libertad no constituye un círculo vicioso, y que el hombre puede ser libre sin hallarse solo; crítico, sin henchirse de dudas; independiente, sin dejar de formar parte integrante de la humanidad. Esta libertad puede ser alcanzada realizando su yo, siendo lo que realmente es”.
(Erich Fromm, El miedo a la libertad)

lunes, 23 de septiembre de 2013

Vive con emoción.

Gregg Braden, en su libro “El efecto Isaías” habla de la importancia del pensamiento, la emoción y el sentimiento. La emoción no es más que la dualidad “amor” y aquello que consideremos contrario al amor – entendiendo amor como algo más amplio a lo que habitualmente estamos acostumbrados – y es lo que motiva nuestras acciones. El pensamiento, es lo que nos permite gestionar esas emociones; dirige nuestra atención hacia aquello que nos produce emoción. El sentimiento, es la confluencia de estos dos elementos. A partir de qué nos ha motivado y cómo lo hemos dirigido se generan estos.

Esta manera de entender “nuestro ser”, no es muy distinta a la que proponía, desde otro punto de vista, el neurocientífico Paul Maclean, quien realiza la “teoría del cerebro triuno” – dicha teoría fue formulada anteriormente por el psicólogo alemán Franz Brentano. Dicha teoría, sugiere que existen tres cerebros en uno: el reptiliano, el límbico y el neocórtex, relacionados respectivamente con el hacer, el sentir y el razonar.

Actualmente, personajes como Claudio Naranjo, Doctor en Medicina por la Universidad de Chile, promueven cambios en el sistema educativo relacionados con el equilibrio entre estas partes que nos conforman. Para él, la crisis de la sociedad viene por el estancamiento en la mente patriarcal: una mente insensible y llevada puramente por la razón. Cito textualmente, una “tiranía de la razón sobre la emoción y el placer instintivo”.


Lo que para mí es claro, es que desde niños aprehendemos aquellas cosas que despiertan en nosotros la emoción. Éstas, las canalizamos y generan un sentimiento. Las cosas que vivimos de esta manera pocas veces las olvidamos y son nuestra esencia. “La letra con sangre entra” tal y como pintó Goya, se ha convertido en el estandarte de nuestras vidas, en todos sus campos. Nos movemos en un torrente de sinsentido, una obediencia compulsiva y, por supuesto, la tristeza de no reconocernos a nosotros mismos.

¿No es hora de ponerle emoción a tu vida?



 “En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “Historia Universal”: pero, a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes perecieron. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana. No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo. Pero, si pudiéramos comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseída de ese mismo pathos, y se siente el centro volante de este mundo”.
(Friedrich Nietzsche, Sobre la verdad y mentira en sentido extramoral).

jueves, 19 de septiembre de 2013

El comienzo de la virtud

En épocas pasadas, anteriores a la Grecia de Sócrates, las personas estaban diferencias por dos palabras que, actualmente, han perdido todo el significado de entonces: homo y virtus.
La palabra "homo" (hombre) comparte su raíz con la palabra "humus" (suelo, tierra), por lo que hoy se entiende que Hombre quiere decir "ser de la tierra". Sin embargo, si profundizamos un poco más, "humus" es la sustancia que se encuentra en la parte superior de los suelos que proviene de la descomposición de restos orgánicos. Es decir, podemos interpretar que Hombre quiere decir "ser descompuesto".
"Virtus" es virtud. Virtuoso, es sinónimo de "feliz", aquel que tiene la fuerza para mostrar su propia personalidad y se presenta ante el mundo con autenticidad. El "vir" era el señor, el aristócrata, el guerrero, el que no es propiedad de nadie.
En este punto, diferenciamos que el "hombre" era el esclavo, la escoria cuyo conducta era la "humánitas"; y el "virtuoso" era el ser libre y auténtico cuyo código era la "virtus".

¿Qué ocurre entonces desde Sócrates para que estas palabras se desliguen de su signficado? Aparece la figura del sacerdote judío que incita a sufrir en este mundo y a postergar la felicidad para el otro, por lo que la "virtus" se va convirtiendo en renuncia.

¿No es hora de comenzar a ser virtuosos?


"Una virtud hay que quiero mucho, una sola. Se llama obstinación (...) en el fondo se podría englobar todo ese sinfín de virtudes que ha inventado el hombre en un solo nombre. Virtud es: obediencia. La cuestión es a quién se obedece. La obstinación también es obediencia. Todas las demás virtudes, tan apreciadas y ensalzadas, son obediencia a leyes dictadas por los hombres. Tan sólo la obstinación no pregunta por esas leyes. El que es obstinado obedece a otra ley, a una sola, absolutamente sagrada, a la ley que lleva en sí mismo, al ‘propio sentido’".
(
Hermann Hesse, Obstinación. Escritos autobiográficos).

Mis agradecimientos a Alejandro Martín por la documentación aportada. Su blog: http://amartinnavarro.blogspot.com.es