sábado, 23 de noviembre de 2013

Capítulo 7

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua
 Julio Cortázar (Rayuela)

 

jueves, 14 de noviembre de 2013

El Halloween de tu vida

[Esta entrada contiene un spoiler de Life of Pi].


Una persona me dijo, haciendo referencia a la película "La vida de Pi", "...y no entiendes qué pasa hasta que no llegas casi al final". Pi cuenta a dos funcionarios japoneses la historia de un viaje maravilloso y lleno de aventuras que comienza en una barca con un orangután, una cebra, una hiena y un tigre. Los funcionarios que lo escuchan no dan crédito a esta narración.  Pi relata entonces una historia que tiene paralelismo con la de los animales. Su madre (el orangután) y un marinero (la cebra) son asesinados a mano de un cocinero que va en el bote (la hiena) para usarlos como anzuelo. El tigre es el propio Pi. Esta historia de brutalidad humana parece más creíble. Un tiempo después de verla, recordé la frase que me habían dicho. Claramente, esa persona se había quedado con la versión violenta. 


Las conclusiones a las que llegué después de pensar en esto fueron dos. La primera es lo que ya ha surgido en otras muchas conversaciones: la, cada vez mayor, aceptación de la brutalidad. Yo no sé si como decías Hobbes "El hombre es un lobo para el hombre", pero es claro que cuando algo se convierte en rutinario nos parece normal. Así, el  bombardeo diario de noticias e imágenes (ya disponibles en HD) de horror, muerte y violencia, ya no tienen el mismo efecto. Lo segundo que pensé es que además por lo anterior, las historias de "horrores" son las que parece que más nos gustan y las que antes aceptamos. Extrapolado a nuestro día a día, la tragedia está servida. Es triste, o más aún, desolador, que cuando no encontramos las respuestas a los porqués de nuestra vida, cuando podría ser cualquier cosa, la elección, "the chosen one" del abanico de posibilidades mentales que imaginamos, tiene una carga trágica. Un flaco favor el que nos hacemos puesto que la angustia, decepción o resignación, entre otros, a la que va asociado esto no hace más que miremos la felicidad de soslayo y nunca la vivamos con intensidad.

¿No es hora de vivir la vida sin drama?
—Les he contado dos historias que dan cuenta de los doscientos veintisiete días transcurridos.
—Efectivamente.
—Ninguna de ellas explican por qué se hundió el Tsimtsum.
—Así es.
—Ninguna de las historias cuentan hechos que afecten a su informe.
—Correcto.
—No pueden demostrar cuál de las dos es la verdadera. Tendrán que confiar en mi palabra.
—Supongo que sí.
—En ambas historias, el buque se hunde, mi familia entera muere y yo sufro.
—Sí, es cierto.
—Así que díganme, ya que los hechos no van a afectar a su informe y, de cualquier forma, no pueden demostrar cuál de ellas es verdad, ¿cuál de las dos historias les ha gustado más? ¿Cuál les parece la historia preferible, la historia con animales o la historia sin animales?


(Yann Martel, La vida de Pi).

domingo, 3 de noviembre de 2013

Frankly, my dear, I don't give a damn.


Así le contestaba Rhett a Scarlett en la película “Gone with the Wind” (“Lo que el viento se llevó”) cuando ella entre lágrimas por su marcha le dice “Where shall I go? What shall I do?” La pobre de Scarlett… ¿o no? Viendo el análisis que hace el psicólogo catalán Xavier Guix sobre los típicos perfiles de controladores, Scarlett no es más que una chantajista emocional que pretende hacer responsable a Rhett del devenir de su vida. Así que lo mejor que podría haber hecho éste es salir sin mirar siquiera hacia atrás.

Dejando a un lado lo cinematográfico del asunto, no deja de ser esto un marco de la realidad bastante alarmante. Scarlett, no representa más que la persona que se va olvidando de sí misma, que se desvive – deja de vivir – por los demás. De esto es una importante responsable la inseguridad, la que por cierto es cada vez más una norma que una excepción en las personas. El motivo de este porqué puede ser ampliamente discutido, pero mi opinión es que estamos viviendo en lo que proyectamos hacia fuera y no hacia dentro, en el “estar” en vez del “ser”. Buscamos la aprobación o la negación de nuestras acciones, sentimientos, circunstancias, etc. fuera de nosotros y vamos cediendo en ellos el control de nuestras vidas. Nos vamos convirtiendo en perfectos desconocidos ante el espejo y ¿cuándo lo desconocido nos transmite seguridad?
Siguiendo con Scarlett, ella no es capaz de reorientar la pregunta a “Where do I want to go? What do I want to do?” sino que prefiere dirigir todo su potencial a cómo hacer cambiar lo externo. Una frase de Walter Riso dice “La sabiduría de la felicidad es distinguir lo inevitable de lo evitable, lo que está bajo mi control y lo que escapa a él”. No podemos controlar la mayoría de las situaciones que nos acontecen, pero sí podemos controlar cómo éstas nos afectan. Para eso es necesario hacer reiteradas inmersiones introspectivas en las que ese desconocido del espejo se vaya haciendo amigo y en la que vayamos recuperando el control de nuestras vidas. Sólo entonces, perdonaremos a Rhett.

¿No es hora de reconocernos?


“En el intento de llegar a todas partes vamos dejándonos la piel, sufrimos. Son tantas las cosas que debemos controlar y, añado “hacer bien”, cuando no “a la perfección”, que no tardan en aparecer los miedos a no poder, a no llegar, a morir en el intento. Si el miedo es el sentimiento de fondo, las obsesiones y las exigencias son la marabunta que ruge en la mente. Entre tanto barullo se hace imposible oír la queja del alma que implora un poco de paz y de tranquilidad.” (Xavier Guix, Descontrólate)